Llegó a mis manos el libro fotográfico de Juan Carlos Gedda Ortiz. Un libro homenaje al Pewen Araucaria, que muestra en esplendor el talento y la vocación naturalista y artística del autor.
A modo personal, considero que esta obra es, en su dimensión naturalista, la concreción de un trabajo de registro visual y documental apasionado, riguroso y paciente de la naturaleza, que refleja un compromiso de vida del autor con su trabajo. En su dimensión artística, la obra es la concreción refinada de la emoción y asombro por la majestuosidad del bosque sureño; el Pewen Araucaria y su comunidad de flora y fauna nativa. Es expresión visual de una sensibilidad, y una revelación que emerge de la experiencia de estar, sentir y coexistir con el bosque, y que es común a todos quienes, cautivados por la belleza superlativa de estos parajes, resguardamos el verdor encendido en los ojos.
Sin embargo, es mérito propio del autor, quien nació y residió en la Araucanía, haber profundizado durante su larga trayectoria en esta experiencia y relación. En este sentido, la obra se vuelve un testimonio y concreción de un oficio que sienta sus bases en el asombro, por la belleza y el misterio de la naturaleza, que le acogió y abrazó durante su vida.
Es en el territorio de la Araucanía, Wallmapu, donde la especie Pewén Araucaria tiene su mayor población, y donde adquiere un significado profundo: como vestigio prehistórico, sobreviviente de transformaciones geológicas, y testigo de la emergencia de distintas formas de vida sobre el planeta. Por otro lado, el Pewén adquiere significado desde la espiritualidad del pueblo mapuche, grupo humano que más tiempo le ha acompañado en su existencia, y para quienes el Pewen ha sido fuente principal de subsistencia, sobre todo para las comunidades cordilleranas.
La obra del autor Juan Carlos Gedda, refleja que este asombro por la vida natural, lejos de atenuarse en la internación y descubrimiento de su misterio, en el conocimiento de los ciclos biológicos que sustentan la perpetuación del Pewen como especie, en la revelación fotográfica de sus formas, colores, luces, sombras, y perspectivas que el bosque nativo atesora, es un asombro que crece, se expande, como ondas en el agua, y que luego de crecer y expandirse, es un asombro que madura, y se asienta, como esporas dispersas que se aquietan y aposentan en el fondo cristalino del alma, configurando un mundo interno, sedimentando una convicción.
Tal convicción es su legado, la concreción material, gráfica de un asombro que decanta en amor y reconocimiento por la diversidad biológica de los ecosistemas naturales del sur del Chile, del sur del mundo. Amor y reconocimiento que ampara la enorme dignidad del bosque nativo, del Pewen Araucaria, y su preservación.
Para finalizar esta reseña, y en honor a la circularidad de los ciclos, quisiera hacer mención del inicio: la hermosa portada del libro, en la cual una comunidad o familia de araucarias aparecen entre la bruma, arropadas (como poetiza el autor) de bosque otoñal, invitándonos de manera alegre, encendida a sus dominios. Esta portada, además de ser la antesala del viaje que invita el libro, por los distintos territorios en los que habita el Pewen Araucaria, acoge con tonos cálidos de una fronda abrazadora. Y es que, como refiere el autor, el Pewen Araucaria atesora en sus vestiduras una memoria del fuego, en sus colores de pigmentos ígneos, en su fruto anaranjado: el piñón. Estas tonalidades amorosas, reflejan una acogida, una acogida que bien sintió, vivió el autor, y que comparte en esta obra suya. Pues la acogida que perdura, se vuelve arraigo, se vuelve hoguera y hogar. ¿Y qué más hermoso significado e implicancias para su vida, para nuestras vidas, encontrar nuestro arraigo, nuestro auténtico hogar en la grandiosa nobleza del bosque austral y del Pewen Araucaria?
A la memoria de Juan Carlos Gedda Ortíz, y con mucho cariño para mi amiga Marietta Gedda Muñoz y su familia.
Gabriela Garcés Pérez. Antropóloga y Escritora chilena.
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